Acerca de

EVANGELISMO
Evangelismo, ¿en serio, tengo que hacer eso?
El evangelismo es el deber de todos los cristianos, la Gran Comisión al final del evangelio de Mateo es una comisión para todos los que siguen a Jesucristo: "Por lo tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19).
Tenemos al menos cuatro motivos por los cuales debemos compartir nuestra fe: Cristo nos lo manda, el mundo necesita urgentemente el evangelio, los campos ya están “maduros para la siega” (Juan 4:35) y la cuarta razón se relaciona con nuestra propia salud espiritual. ¡Compartimos nuestra fe porque no podemos contenernos! Esto fue cierto en la iglesia primitiva, cuando las autoridades religiosas ordenaron a los discípulos que dejaran de predicar el evangelio, la respuesta de Pedro describió su ardiente deseo: "Porque no podemos evitar hablar de lo que hemos visto y oído" (Hechos 4:20). Además, compartir nuestra fe cultiva una fe aún más profunda en nosotros.
El evangelismo no es una cuestión de conocer todas las respuestas, ni requiere que tengamos un argumento teológico sofisticado. En cambio, es una consecuencia natural de una fe profunda que impulsa a los cristianos a compartir su fe, pero también es algo bueno que queremos que otros disfruten.
En su libro, Conviértase en un Cristiano Contagioso, Bill Hybels y Mark Mittelberg hablan de como uno de los mayores obstáculos para que los cristianos compartan su fe es la idea errónea de que nadie está realmente interesado, cuando de hecho, muchas personas están buscando activamente respuestas.
La realidad es que muchos tememos compartir nuestra fe. Quizás el factor más grande en nuestro miedo al evangelismo es la idea de que compartir nuestra fe significa tener micrófono en mano o estar en las esquinas de las calles señalando a los pecadores desprevenidos.
Las personas que necesitan las buenas nuevas que traemos viven en una época cínica, una época donde se desconfía aún de las pequeñas cosas. Todos conocemos el dicho,”De eso tan bueno no dan tanto”, entonces, ¿Cómo atravesar esa barrera?
Nuestra sociedad necesita un enfoque diferente, un enfoque basado en la confianza, así nació el concepto de evangelismo relacional. Los que tenemos a nuestro alrededor son los que ya han desarrollado cierta confianza en nosotros y en nuestros motivos y, por lo tanto, están en mayor rango de influencia. Cuando nos concentramos en compartir nuestra fe con personas que confían en nosotros, nuestras palabras y acciones son mucho más naturales, ya no nos enfrentamos a la necesidad de fabricar algún argumento sino algo que fluye del corazón.
Demasiados caen en la falsa idea de que si simplemente viven su fe de una manera abierta y consistente, las personas que los rodean lo verán, lo querrán y de alguna manera descubrirán cómo conseguirlo por sí mismos. Aunque nuestro testimonio es vital, es necesario comunicar nuestra fe.
La mayoría de nosotros nos hemos acostumbrado a nuestros propios mundos privados, zonas de confort donde todos los que estamos cerca son cristianos, algunos cristianos incluso creen que está mal entablar amistad con los incrédulos. Sin embargo, sin la voluntad de penetrar en el mundo de los incrédulos, nunca tendremos la oportunidad de compartir nuestra fe con ellos.
Jesús no restringió su amor a quienes lo buscaban, compartió activamente con los pecadores, pasando tanto tiempo con ellos que los fariseos lo juzgaron pecador. Su respuesta puso el asunto en perspectiva: “La gente sana no necesita médico, los enfermos sí” (Mateo 9:12).
Uno de los elementos más importantes que conduce a un evangelismo relacional efectivo es la relación entre un cristiano y Cristo. No podemos esperar que alguien acepte algo que no hemos aceptado por nosotros mismos. Pero cuando nuestras palabras sobre Jesucristo se basan en vidas que lo incluyen a Él, otros serán mucho más receptivos al evangelio.
Como cristianos, no podemos tener éxito en compartir el evangelio hasta que estemos dispuestos a sacrificarnos, eso significa aprender a cuidar y a amar a los no creyentes como lo hace Dios. Una vez que compartimos nuestra fe con alguien, es importante que no lo abandonemos sino que por el contrario empecemos a vivir juntos una vida de oración, estudio de la palabra y comunión cristiana.
¿Entonces, en serio tenemos que hacer evangelismo? Si, tenemos que, pero no de la manera que muchos piensan ya que hacer evangelismo puede ser tan fácil como compartir una amistad intencional con un no creyente. Además, más que un “tener que” es un privilegio el hecho de poder compartirle a otro algo tan hermoso como lo es una relación con Jesús. Recuerde, no hemos sido llamados a esconder el amor de Jesus, sino a compartirlo.
Escrituras relevantes
Mateo 28: 19-20
Lucas 19:10
Romanos 10: 13-15
Lecturas adicionales
Reimaginando el Evangelismo por Rick Richardson
Conviértase en un Cristiano Contagioso por Bill Hybels y Mark Mittelber